sábado, 2 de diciembre de 2017

Engaño y sinceridad



Lo malo de mentir es no parecer creíble.
Si no mientes bien estás acabado.
La política lo confirma.
Y que nadie se engañe, la política es el reflejo mismo de la sociedad y los que la habitan.

Son muy graciosos esos fanáticos ingenuos de la sinceridad.
Aquellos que dicen ir siempre con la verdad por delante o la exigen con rostro grave y severas palabras, solo hacen vanos intentos por ocultar su torpeza e incapacidad para discernir la mentira.
Y por ello muestran sinceramente su inseguridad e ingenuidad.
Hay que recordar que la ingenuidad en un adulto es el producto de la ignorancia o de una tara cerebral.
Nada de lo que sentirse orgulloso.
Es muy cómico que alguien exija la verdad y crea que se la van a ofrecer.
Es muy cómico que un cura pueda creer que lo que escucha en el confesionario es cierto.
Los tribunales de justicia son ferias de la estupidez: “Juro decir toda la verdad”.
No jodas…
Pardillos.
Al otro lado de la sucia ventana del vagón, hay nieve. Es pura sinceridad, una de las pocas verdades que no tiene peligro decir.
Es la máxima sinceridad que quiero ofrecer, cualquier otra cosa sería arriesgado e imprudente.

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