sábado, 5 de agosto de 2017

Cansado y cabreado


Estoy sentado en un banco de madera que supura resina por el brutal calor que hace. Sudando, cansado y enfadado (el dolor y el cansancio no me deprimen, me llenan de ira y octanaje); tras cuarenta minutos de pedalear cuesta arriba.
El cigarro humea desde mi boca y se suma la sudor para irritarme los ojos; pero fumar es mi premio. Le gusta a mi organismo, a mi pensamiento y relaja los pulmones asqueados de tanto aire puro de la montaña.
Dos ciclistas cordiales y amigables se detienen frente a mí justo en el momento que doy una profunda calada al cigarro, toso y escupo.
Se miran el uno al otro como idiotas sanotes ante la verdad revelada: fumar es un vicio asqueroso y malsano.
Lo único malsano y asqueroso es obedecer, trabajar y cobrar una mierda, les respondo con una sonrisa sarcástica sin pronunciar palabra.
Además. dos contra uno: mierda para cada uno.
- ¿Cuánto queda para Girona? -me pregunta uno tras un saludo cordial que me aburre intensamente.
Me gustaría decirles que queda justo lo que tarden en morir, toda la vida si quieren.
Yo sé donde está esa ciudad. De hecho, no quiero saber de ninguna granja humana.
- No lo sé; pero en cinco minutos encontraréis un cruce con una carretera y sus indicadores.
Y me callo decirles que comprar un mapa no es una gran inversión, aunque con toda probabilidad, no sabrían sacar información útil de él.
En lugar de decirles que no me importaría si los aplastara un coche, les digo adiós con el cigarro colgando de la boca.
Y escribo los pequeños actos de hastío y mediocridad que protagonizo aunque no quiera ni lo pida. Y así al morir, que nadie pueda pensar que fui una buena persona.
Soy alérgico a las santidades.
Y encima, las mariposas revoloteando por aquí: como si hubiera que darle un toque cursi a lo aburrido.

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