Que mueran los malos no es algo habitual. Es
un hecho extraordinario que se da en muy pocas ocasiones.
Es por ello que debe celebrarse cada muerte de
un dirigente político, rey, dictador, militar y sobre todo, de un juez o magistrado.
Son cosas que me hacen tanta ilusión, que me
dan ganas de correr hacia sus tumbas para pegar unas patadas en la tierra y
apisonarla bien para que jamás puedan salir esos bichos y hundirlos más en el
poético infierno.
A veces soy tan cándido y fantasioso…
Este año es especialmente feliz, en los
primeros cuatro meses, tenemos dos malos bichos muertos: El Chávez y la
Thatcher. Eso sin contar a algún juez que ha muerto con el hígado deshecho por
algún cáncer y del cual no nos hemos enterado.
¡Qué tonto soy! Pues ¿no voy y me emociono?
Desde luego da gusto ver lo lustroso que está. Si me viera mi santa ahora...
Me voy a masturbar, luego compro unos cohetes
que no sean como los horteras esos que se lanzan en los partidos del Barça y me
fumo un porro contento perdido.
¡Qué nervios…!
Solo faltaría para hacer más redondo el día,
que las putas trabajaran gratis.
Precioso.
Buen sexo.
Iconoclasta
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